Sahara, domingo 7 de diciembre

Nos vamos al "marsa", de compras. Dada confunde mercado con mercadona... jeje. Es para comérsela, porque cuando estaba en mi casa en verano siempre iba a comprar allí con mis padres. Me compran una melfa morada y rosa para mañana en la tienda de Ahmed y además me regalan unas pulseritas y un collar.
El día es muy parecido al de ayer. Al llegar a casa del "mercadona", vamos a casa de la abuela y los niños cantan canciones del colegio para mi. Gastamos la bolsa grande de globos que he traido jugando a hinflar un globo con otro. Me sorprende mucho cómo con un entretenamiento tan sencillo podemos pasar bien toda la mañana.
Pienso en muchas cosas que podría haberles traido, pero que no sabía que les fueran tan necesarias. Cuando Dada vuelva en verano tiene que traerse toallitas de bebé, jarabe para la tos, paracetamol, pastillas para el dolor de cabeza y alguna linterna. Unos zuecos de plástico de los que Marijn tenía para trabajar en la Alhambra. Pulseritas, collares, colonias... y tampoco vendría mal un botecito para aplicarla.
Por la tarde me doy una ducha calentita, con una jarra, en una cubeta en un agujero que hay en el suelo que se lleva la arena hasta el fondo del desierto. Después me ponene henna en las manos.
Es todo un ritual preparatorio para la fiesta de mañana. Me pegan unos adhesivos negros con agujeritos y la henna, con té y pan. Tiene que quedarse tres horas, así que me envuelven las manos n papel higiénico, luego en un plástico y luego me las entablillan con cartones. También me dicen que no me puedo lavar las manos, porque con el agua se irá, sobre todo en los tres primeros días... (ya, claro).
La comida está buenísima... cus-cus y espaguetis. Veremos mañana después de que maten al carnero...
Me encanta la noche aquí. La temperatura es la justa. La luz, los colores, el viento frio en la cara... Pero no puedo ir sola ni a pasear; a ningún sitio.

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