Delara Darabi


Delara Darabi tenía 17 años cuando fue detenida y recluida en un corredor de la muerte en Irán. Como muchas otras jóvenes (y no tanto), estaba ilusamente enamorada de un cretino con el que entró a robar a la casa de su tío, como si de un juego se tratara. Cuando éste los sorprendió, el novio le mató, pero convenció a Delara para que declarase que había sido ella. Una menor sería juzgada con más vehemencia. Pasó tres años en prisión, aguardando un juicio justo y la clemencia que le habían prometido su padre y su novio al entregarse. Pero nunca llegó.

El 1 de mayo de 2009 a las siete y media de la mañana, el cadáver que un día fue Delara Darabi colgaba de una grúa en el patio de la prisión donde pasó los últimos tres años de su vida. Sus impresionantes dibujos describen los horrores de su cautiverio dejando al espectador con las entrañas en carne viva. Esa mañana a las 7 de la mañana, Delara llamó a su madre y le dijo que querían ejecutarla, que ya habían traído las grúas al patio. “Madre, sálvame”, imploraba. Poco después, los pasos de la joven se dirigían en soledad al destino que sus dirigentes le habían impuesto. Ni su familia, ni su abogado, ni la comunidad internacional pudieron acompañar esos últimos pasos de Delara. El mundo no habló, porque no vio que Delara nunca volvería a pintar.

Un mes después del asesinato esta joven iraní, el régimen de Mahmmud Ahmadineyad “sorprende” al mundo entero con una victoria conservadora, más que dudosa, fraudulenta. Entonces todos vieron morir a una joven de 27 años a través de Internet, en plena revuelta de los seguidores del opositor Musavi. La chica caía desplomada, desangrándose porque la bala que le había lanzado la milicia islámica basij, fiel defensora de Ahmadineyad, le había atravesado la aorta.

El mundo entero sabe quién es Neda Agha-Soltan. Su familia no pudo refugiarse en los vecinos y amigos para mitigar el dolor de su pérdida, porque no les dejaron celebrar su funeral y fueron obligados a abandonar su hogar. Neda miraba a la cámara mientras moría lanzando al mundo un grito desesperado de injusticia e impotencia.

Neda, su voz, su nombre estarán en el subconsciente colectivo cuando alguien hable de Irán. Pero que nadie olvide que, desgraciadamente, antes y después de Neda, las cárceles, las casas iraníes siguen llenas de Delaras cuya voz desesperada, sus angustiosos dibujos, se ahogan en una horca para siempre.

Rima LIII

Ahora comprendo mejor que nunca por qué ésta siempre fue mi debilidad de entre todas las maravillas del, a mi gusto, mejor poeta sevillano de la Historia.

"Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán

Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas... no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!"


Gustavo Adolfo Bécquer

Los versos más tristes...

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos."

El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como esta la tuve entre mis brazos.

La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.

Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.

Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.

La noche esta estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.

Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.

Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.

Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.

Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.

Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque este sea el ultimo dolor que ella me causa,
y estos sean los ultimos versos que yo le escribo.

Pablo Neruda