¿Sabes lo que se siente cuando ya no puedes sentir nada? Pues eso.
Das un paso adelante y sientes cómo caes en el vacío. Como en esos sueños en los que ves el suelo cada vez más cerca. El estómago se te encoge y luego nada.
Mi vida es un caminar absurdo, sin dirección. Un pie delante del otro, intentando no caer en ese abismo. Pero no puedo evitar sentir que la superficie sobre la que descansa la suela de mi zapato sólo es una capa de hojas secas sobre un precipicio en el que se hunde mi pie sin yo quererlo. En un paso e igual en el siguiente. Y no puedo avanzar porque apenas consigo moverme de mi sitio entre tantas mariposas en la barriga y tanta duda sobre dónde sería el lugar correcto para poner el pie. Ninguno, todos se acaban cayendo.
En los sueños, a veces, despegas el vuelo. Subes hasta el infinito, donde ya no se puede llegar más lejos, pero entonces te das cuenta de que no tienes alas, de que no puedes volar y de que llegarás tarde seguro a ese sitio donde necesitabas ir.
No tengo nada de bohemio, carezco de chispa, me esfuerzo, pero no consigo divertir, si acaso entretener. No sé escribir, ni se me puede considerar una persona culta, porque ni si quiera sé cambiar de registro hacia arriba, sólo hacia abajo. Eso da pena.
Algún día, el infinito no estará tan lejos.
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