Caída libre
Por primera vez sentía cómo las miradas se percataban de su presencia, cómo podía manejar sus propios movimientos. Podía sentir todas y cada una de las células que la componían, como un engranaje perfecto que encajaba para hacer posible su existencia, que le permitía notar el vértigo de la caída.
Por primera vez era plenamente consciente de la situación en que vivía, un vistazo general y era capaz de adivinar todo lo que la había rodeado y de lo que jamás había sido plenamente consciente.
Un pellizco, varios segundos sin aire, una ráfaga helada, un susto, placer, otra bocanada de aire, presión, mucha presión. Y llegó a su destino, disfrutando del camino.
La hoja llegó al suelo. Junto a miles de otras hojas que como ella habían dejado de ser útiles para el árbol y que habían limitado su verdad a planear desde la rama en un patético vuelo que le había dado sentido a su existencia. Un patético vuelo que había sido lo único auténtico que les había pasado nunca.
Abrazo a la almohada
Sin ti no soy nada,
una gota de lluvia mojando mi cara.
Mi mundo es pequeño
y mi corazón pedacitos de hielo.
Solía pensar que el amor no es real,
una ilusión que siempre se acaba
y ahora sin ti no soy nada
Sin ti niña mala,
sin ti niña triste
que abraza su almohada.
Tirada en la cama,
mirando la tele
y no viendo nada.
Amar por amar y romper a llorar,
en lo más cierto y profundo del alma,
sin ti no soy nada.
Los días que pasan, las luces del alba,
mi alma, mi cuerpo, mi voz,
no sirven de nada.
Porque yo sin ti no soy nada
sin ti no soy nada
sin ti no soy nada
Me siento tan rara,
las noches de juerga
se vuelven amargas.
Me río sin ganas
con una sonrisa pintada en la cara.
Soy sólo un actor que olvidó su guión,
al fin y al cabo son sólo palabras
que no dicen nada.
Los días que pasan,
las luces del alba,
mi alma, mi cuerpo, mi voz,
no sirven de nada.
Qué no daría yo por tener tu mirada,
por ser como siempre los dos,
mientras todo cambia.
Porque yo sin ti no soy nada
sin ti no soy nada
sin ti no soy nada.